Amadeo Sabattini: «No debí ser Gobernador”

Amadeo Sabattini Fue alumno político y espiritual de Don Elpidio González, hombre de confianza de Hipólito Yrigoyen que desembarcó en la docta a principios del siglo XX con la misión de combatir al radicalismo conservador, ultra católico, ultra nacionalista y retrógrado que desde su fundación se desarrollaba en Córdoba.

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Amadeo Sabattini fue un político de fuste, la actividad política formó parte de prácticamente toda su vida. En los tiempos que corren, cabe aclarar que no vivió de la política, sino que vivió para ella. Su biografía política es la historia de una vocación de servicio que se expresa en la voluntad de un hacer diario y constante.

Nació el 29 de mayo de 1892 en Capital Federal. Hijo de inmigrantes italianos recibió el nombre de pila de su abuelo. Su padre, Luis Sabattini provenía de Bolonia. Su madre Clotilde Aspesi, cuya familia arribó a las costas platenses en los 70’del siglo XIX, solía veranear en Uruguay: allí se conocería con el joven Luis de 24 años.

Nació el 29 de mayo de 1892 en Capital Federal. Hijo de inmigrantes italianos recibió el nombre de pila de su abuelo.

Hizo sus estudios primarios en el Colegio “San José” de los padres salesianos, también la mayor parte de sus estudios secundarios, hasta que en 1907 se trasladara junto a su familia a Santa Fe y comenzara a estudiar en el Colegio Nacional N° 1 de Rosario.

De espíritu inquieto y mente sagaz, fue testigo del medio ambiente en el que se desarrolló y finalizó el radicalismo revolucionario con el levantamiento cívico-militar del 4 de febrero de 1905.

Con 15 años participa de la fundación del “Comité de la Juventud Aristóbulo del Valle”, en el edificio del diario radical rosarino “El municipio”, fue su 1° vocal.

Terminados sus estudios secundarios a fines de 1908, vendrá a la Docta a principios de 1910 para estudiar medicina. Ya establecido, estudiará primero farmacia terminando al cabo de 2 años. Luego, en 1916, obtendrá su título como médico. Al terminar sus estudios desarrollará una intensa actividad partidaria que jamás será interrumpida.

Fue alumno político y espiritual de Don Elpidio González, hombre de confianza de Hipólito Yrigoyen que desembarcó en la docta a principios del siglo XX con la misión de combatir al radicalismo conservador, ultra católico, ultra nacionalista y retrógrado que desde su fundación se desarrollaba en Córdoba.

Baste como ejemplo, que este grupo en 1918, al frente del gobierno de la provincia en nombre del partido radical, prohibirá el derecho a reunión. Fue el comité capital quien comenzó un duro enfrentamiento por esta medida llegando a desconocer al gobierno de Eufrasio Loza por esta decisión antidemocrática y autoritaria. En la década del 20, con Arturo M. Bas como ideólogo, este sector defenderá la idea de una participación política diferenciada por jerarquías. Nada más 2 lejos del ideario fundacional del radicalismo, inspirado en la recuperación y ejercicio de la soberanía popular.

Sabattini será elector de la fórmula que llevó a Marcelo Torcuato de Alvear a la presidencia del país, será presidente del congreso partidario y coronando su carrera partidaria presidirá el Comité Central de la Provincia de Córdoba desde julio de 1932 hasta enero de 1935, renunciando anticipadamente por estar en desacuerdo con el levantamiento de la abstención revolucionaria decretada un par de años antes por el Comité Nacional.

Durante menos de un año, será Ministro de Gobierno de la administración de Enrique Martínez y José Antonio Ceballos. Aquel gobierno que el partido ganó en 1928 en Córdoba junto con las presidenciales que llevarían por segunda vez a Yrigoyen al poder nacional. Se resistió duramente a integrar este gobierno, fue el mismísimo Yrigoyen quien intervino para que aceptara la designación, claro está, el pedido del peludo no fue para nada inocente…

La línea del Comité Provincia presidido por Sabattini podría sintetizarse:

  • Reorganización partidaria.
  • Crítica del motín setembrino.
  • Crítica de los gobiernos surgidos de aquel trágico episodio.
  • Intransigencia absoluta del radicalismo frente a los gobiernos surgidos del 8 de noviembre.
  • Restituir la soberanía y las instituciones al pueblo.

De alguna manera, al incipiente sabattinismo mediterráneo, podríamos sintetizarlo con aquella consigna escrita por los forjistas en su manifiesto fundacional: “Por el radicalismo a la soberanía popular, por la soberanía popular a la soberanía nacional, por la soberanía nacional a la emancipación del pueblo argentino.”

Se hace necesario agregar, que tanto la interna que lo llevó a presidir el Comité Provincia como la que le dio la candidatura a gobernador, significaron fundamentalmente dos cosas: una renovación general de los cuadros dirigenciales del radicalismo, y el acceso del reformismo universitario al poder en Córdoba.

En el período 1936-1940 será Gobernador de Córdoba, luego de las legendarias elecciones del 3 de noviembre de 1935. Asumirá el 17 de mayo del 36. Los comicios fueron duros, violentos, los conservadores utilizaron como siempre la policía para fraguar la elección. Mientras Alvear proponía a nivel nacional una oposición blanda y acuerdista bajo el lema “hay que esperar las 3 garantías”, el radicalismo cordobés con Sabattini y Del Castillo a la cabeza, propuso “a las garantías hay que imponerlas”. Para los yrigoyenistas negociar con el “Régimen” era atentar contra su propia existencia. En su pensamiento, la alternancia del poder no podía construirse sobre la base del fraude electoral. Menos aún, en la negociación corrupta de la soberanía. Mirar para otro lado no fue una opción para Don Amadeo y sus hombres. Y ayer como hoy, las contradicciones políticas llevaron al extremo las convicciones personales. Su máxima expresión sería Pedro Vivas en Plaza Mercedes. Mártir de la democracia cordobesa, muchas veces olvidado.

Su gobierno no tuvo comparación, a excepción del de su continuador, Santiago Del Castillo, incluso hasta el día de hoy (y conste que no repitió ni una y mucho menos dos veces). Pero más que su obra de gobierno quisiéramos poner de relieve otra cosa. Un gesto que denota una conducta de vida. A poco de terminar su gobernación, un periodista le realiza una entrevista. En ella le pregunta cuál había sido su peor error como político. Sorprendentemente, Sabattini contestó: “Ser gobernador”.

Este episodio, en otro formato, será recordado el 17 de mayo 1960, en ocasión del 24° aniversario de su asunción como gobernador. Será ni más ni menos, Santiago H. Del Castillo, quien relatará esta misma conversación, pero esta vez, será él mismo el interlocutor de Sabattini. Vale la pena transcribir el fragmento: “Les recordaba ayer, a los Delegados en nuestra reunión, este hecho histórico: un día fui a visitarlo en el exilio, en la localidad de San Ramón, Uruguay.

En aquellos años me esperaba en la Estación y de allí fuimos a su modesta pensión. Lo noté a Sabattini preocupado. “¿Qué le pasa Don Amadeo, tiene alguna mala información?”. No. bruscamente detiene su andar por la habitación y me dice: ―“Yo debo confesar que he cometido un tremendo error político, tengo un grave error”. ―No sé Don Amadeo cuál es su error!. ―“No he debido ser Gobernador de Córdoba”. ―¿Cómo?. ―“Porque ese es mi error político, porque mi destino estaba señalado y yo no he cumplido con mi propio destino, no he tenido la suficiente energía para decirles a mis amigos que no aceptaba la candidatura a gobernador, no he debido tener debilidad en ese sentido”. 4 Pero si allí está su prestigio, le respondí, ―su gran relevancia en este momento argentino es su extraordinaria gobernación― su figura de gobernante, de estadista, pudiera ser un revolucionario pero no se lo conocía como un conductor del pueblo, un realizador. Usted ha sido un teórico, un teórico y un realizador a la vez, conjunción que muchas veces no se ha dado en el país. Usted ha tenido esa virtud, ha hecho la afirmación teórica y la ha llevado a la práctica en función de gobernante con mentalidad de estadista. ―“No ―me dice― es que esa no era para mí, yo he debido quedar como una reserva para unir al radicalismo, como elemento aglutinante del Partido que trabajando por ambiciones, por rencores, por despechos se va a dividir y esa va a ser la gran desgracia para el país; yo he debido quedar sin aceptar nunca nada para que nadie sospechara de que yo aspiraba a una determinada posición partidaria por el poder político del país”.

Entonces comprendí la extraordinaria grandeza de este hombre, que él quería ser reserva modesta, aglutinante sencillo, para entrar a suavizar este enojoso desencuentro que ha existido entre los hombres de la Unión Cívica Radical.” Elpidio González, en mayo de 1916, en una entrevista para el diario La Voz del Interior dirá: “Profeso la doctrina, invariablemente seguida hasta ahora de que las entidades dirigentes de nuestro partido, aquellas que tuvieron la responsabilidad de la obra del proselitismo salvo excepciones, rigurosamente tales, que justifican el principio de acción popular, no deben acceder a las posiciones gubernamentales, sin exponerse a lesionar, bien a pesar suyo, el concepto de las funciones del poder y el sentido de las agitaciones del llano, en una democracia que aspira a su radicación estable y vigorosa”. Vemos así al alumno y al maestro en una misma línea. Línea que tiene su fuente en aquel vigoroso y potente pensamiento, pero también acción, que fue el yrigoyenismo. Que abrevando en los hitos fundacionales del radicalismo, no hace más que repetir aquello escrito en el manifiesto de la Revolución del Parque: “El período de la revolución será transitorio y breve; no durará sino el tiempo indispensable para que el país se organice constitucionalmente.

El gobierno revolucionario presidirá la elección de tal manera que no se suscite ni la sospecha de que la voluntad nacional haya podido ser sorprendida, subyugada o defraudada. El elegido para el mando supremo de la nación será el ciudadano que cuente con la mayoría de sufragios, en comicios pacíficos y libres, y únicamente quedarán excluidos como candidatos los miembros del gobierno revolucionario, que 5 espontáneamente ofrecen al país esta garantía de su imparcialidad y de la pureza de sus propósitos.” Estas: “agitaciones del llano”, “no debí ser gobernador” o “únicamente quedarán excluidos como candidatos los miembros del gobierno revolucionario”, son distintas formas de decir que la República tiene una doble vida: la que se da en el plano del Estado y la del espacio Cívico. Gobierno y espacio público son dos cosas distintas pero complementarias, se co-pertenecen en la misión de una idea democrática y republicana.

El partido pivotea entre estos dos espacios llevando algunos hombres al poder pero dejando otros como salvaguarda de los valores republicanos; es el partido el primer control de los gobiernos surgidos de su entraña. Cumple así la doble función de preparar hombres para el gobierno pero sin dejar de ser el reaseguro cívico de cualquier desviación o error posible. La democracia puede ser una cultura que articule un estilo de vida donde el pluralismo es imprescindible, pero sin una lógica republicana, la participación como condición de la construcción de ciudadanía, no tiene donde traccionar. Por eso el poder en democracia es una distribución, una creación de voces y alertas.

El control del gobierno del Estado, es el civismo, el ejercicio popular de la ciudadanía. Es esta la principal función de los partidos políticos, misión que es esencialmente pedagógica. Cuando un gobernante reúne en su persona el poder del Estado y el gobierno del partido, traiciona este principio básico de lo democrático y lo republicano. Así es que Sabattini pudo decir que no debió ser gobernador.