El radicalismo ante el balotaje

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El Radicalismo ante el balotaje: nuestra convocatoria a la tercera fórmula 

Después de una semana intensa de discusiones, desinformación y nerviosismo, conviene detenerse y repasar los aspectos salientes de la elección general, el balotaje próximo, las pujas dentro de Juntos por el Cambio y el papel del Radicalismo ante el desafío de marcar un rumbo en un momento dramático e histórico.

El objeto de este documento es hacer un aporte al debate con un enfoque serio y profundo, en orden a contrarrestar las falacias expresadas por ciertos actores –y reproducidas por sus periodistas obsecuentes–. Dejaremos plasmada nuestra posición política, apoyándonos en la historia y partiendo de un análisis desprovisto de mentiras y trampas del tiempo presente de la República Argentina.

Lo que se eligió el domingo 22

Dos tercios de los votantes el domingo 22 se inclinaron por opciones a nuestro juicio decadentes para que pasen a competir en la segunda vuelta: el peronismo, responsable de lo que es, tal vez, el peor gobierno de nuestra democracia, y la violenta extrema derecha. JxC quedó tercera y, pese a que sus votantes aspiraban a más, en el lugar de oposición. Cada una de estas tres fuerzas encierra un conjunto de valores, de formas de construcción y toma de decisiones, de programas políticos. Cada una tiene su identidad y la sociedad toda, en base a ellas, le asignó a cada una el lugar que desea que ocupen en los próximos cuatro años.

Sin embargo, vale remarcar que se trató de una elección que involucró no sólo la disputa por la Presidencia de la Nación, sino también tres tramos más en la boleta. El más importante de estos últimos, el de los diputados y senadores nacionales. Es decir, la elección general sienta las líneas principales de opinión política de la sociedad, cuya consecuencia más directa es la composición del nuevo Congreso Nacional, la institución insigne de nuestra estructura institucional democrática y republicana.

La constitución del nuevo parlamento es un derecho creado y consolidado a partir de ese domingo 22. Con esto queremos explicar por qué JxC ha sido elegida por el pueblo para desempeñar un rol claro: el de oposición.

Algunos actores intentan soslayar esto para generar pánico sobre el balotaje, cuya única misión es dirimir el próximo Poder Ejecutivo. Decir esto es mucho, más aún en un sistema presidencialista como el nuestro. Pero comprendiendo el panorama general es como ubicamos correctamente el debate que nos permitirá ejercer con plenitud nuestros derechos civiles y políticos.

De esto se desprende la gravedad de la decisión de Mauricio Macri y de Patricia Bullrich.

Las declaraciones de Mauricio Macri y Patricia Bullrich

Mauricio Macri y Patricia Bullrich cometieron dos graves ataques en contra no sólo de la alianza, sino del pueblo y de la propia Constitución Nacional.

En primer lugar, al pomposamente señalar que hablaban “en nombre de la fórmula” estaban abiertamente engañando a la gente, al querer apropiarse de los más de seis millones de votantes. Esto ha sido una afrenta al concepto de representación política. Esa porción del electorado eligió y se sintió expresada por JxC como alianza, como un ideario sostenido por un colectivo diverso y amplio, no a personas en particular. Macri y Bullrich fueron en contra de lo que establece el artículo 38 de la CN, que dice que la nuestra es una democracia de partidos. Aunque no resulta sorpresivo al carecer de una línea política y filosófica acorde a la envestidura que aspiraba, Bullrich, en su indigno papel de marioneta de Macri, actuó en sentido contrario al del espíritu institucional de la coalición, que ya se había pronunciado de manera oficial sobre este tema. En efecto, la Mesa Nacional de JxC se reunió el 27 de abril de 2022 para dejar sentado dos cuestiones, esencialmente: el rechazo a explícito a Javier Milei y el apoyo a Gerardo Morales, quien había sufrido una “operación de envergadura” (sic) de parte de ciertos medios que lo quisieron vincular con Sergio Massa. Varias cosas que sucedieron esta semana ya son conocidas…

Resaltamos y transcribimos la parte más importante del documento:

Hay actores de la vida política que buscan el quiebre de Juntos por el Cambio, entre ellos Javier Milei que no forma parte de JxC e intenta quebrar nuestra unidad siendo funcional al oficialismo. Somos el cambio sin anarquía. Fuimos y somos, hace más de una década, el límite al kirchnerismo que necesita la Argentina y la alternativa de cambio profundo…”.  

Con este marco, quedan absolutamente claros los comportamientos de los actores durante estos días, y lo que para ellos significa, verdaderamente, el sentido de rectitud, de liderazgo político y de fidelidad a los pactos y los principios.

Lo que debió debatirse y analizarse colectivamente, fue obviado por quienes se juntaron entre gallos y medianoche a pactar con Javier Milei, al proceder de manera individual e inconsulta, tal y como fue señalado en la conferencia realizada por las autoridades de la Unión Cívica Radical. Este episodio, por haber sido a las espaldas de la opinión pública, ajeno a las formas de la alianza para la toma de decisiones y en apoyo a la antipolítica, merece de parte de la sociedad y de JxC los peores calificativos.

El espejo contrario: el Radicalismo y el resto de los partidos de la alianza

Si bien la Coalición Cívica, el Partido Republicano, el GEN y Confianza Pública debatieron y se pronunciaron de manera institucional, fue el Radicalismo el paradigma de cómo debe funcionar un partido político democrático. Posiblemente sea motivo de estudio para otros tiempos, más calmos que este presente que vivimos. Pero la conducta de los dirigentes radicales, en un momento crítico, respondiendo a la manera del Partido con un pronunciamiento debatido, consensuado y votado, no deja de ser una luz de esperanza de la institucionalidad argentina.

Todos los partidos, menos una parte del Pro, señalaron lo mismo: conceptual, legal y electoralmente se debe respetar el mandato popular en cuanto a defender la personalidad de la alianza, que se hará sentir en su alta representación en el Congreso Nacional, los parlamentos provinciales, los concejos municipales, las diez gobernaciones y los más de 400 intendentes en todo el país.

La posición radical ante el balotaje: ¿Milei, Massa o el voto en blanco?

Como introducción, corresponde aclarar que el Código Electoral Nacional estipula distintas opciones para que la ciudadanía elija. En sustancia, el voto afirmativo por alguno de los contendientes o el voto en blanco.

En estos días hemos escuchado a los sectores más duros esparcir datos falsos al respecto, especialmente en cuanto a la última opción, que se da en llamar “neutralidad”. En primer lugar, no es cierto –de hecho, nadie pudo demostrarlo– que el voto en blanco beneficia a algún contendiente en particular. Hay sectores importantes del periodismo y de la dirigencia política en la Argentina que antes de las elecciones PASO insinuaban como ganador a JxC, pero sorprendió la Libertad Avanza. Con posterioridad, ese mismo periodismo y esa misma dirigencia daban por ganador a Javier Milei (incluso se llegó a decir que era presidente en primera vuelta). Sin embargo, resultó ser Unión por la Patria la que más votos obtuvo en la última contienda. Ahora de nuevo se insinúa, sin ninguna argumentación sólida más que los resultados de la última elección, que Sergio Massa será el nuevo presidente de la Argentina. Si se tuviera el escenario pre PASO, e incluso post PASO, ¿se cuestionaría el no apoyo a ninguna coalición?

A partir de esta línea argumentativa infundada, relativa y frágil se pretende concluir en que el Radicalismo es tibio y funcional a Massa. Todas esas acusaciones de quienes pretenden votar Milei tienen una razón sencilla: al no animarse a decirlo públicamente, porque no pueden defender propuestas de la derecha argentina que van en contra de varios consensos o pactos sociales arduamente construidos por la sociedad en cuarenta años de democracia, acaban por reducir su narrativa a la supuesta funcionalidad de la UCR. Para esto acuñan una frase subjetiva de imposible demostración: que la acción política debe estar destinada “para terminar con el kirchnerismo”. ¿Realmente pensarán que van a terminar con el peronismo ganando una elección? ¿A qué se debe esa ignorancia? O en el mejor de los casos, ¿a qué se debe tanta ingenuidad?

Por ello es que cualquiera de las fuerzas políticas puede decir que el voto en blanco lo perjudica de alguna manera, pero no son más que impresiones subjetivas e interesadas y difícilmente demostrables. Más aún, los actores políticos y los formadores de opinión deberían tener más cuidado a la hora de hablar de la naturaleza de las disposiciones electorales, que son el corazón de todo nuestro andamiaje institucional. En este sentido, muchos periodistas partidarios están buscando socavar el sentido del voto en blanco. A esto hay que contraponer un argumento elemental: el voto encierra mucho más que una opción de gobierno. En cada voto van, en verdad, valores, principios, esperanzas, frustraciones. El acto eleccionario y la conformación de gobiernos y parlamentos no son otra cosa que la exteriorización de la voluntad profunda del pueblo. En aras de la simplificación y de la grieta se omite este punto y se llama con liviandad “tibios” a quienes se sienten inclinados por el voto en blanco. No aceptar el sentido del voto en blanco es una actitud antidemocrática o, al menos, poco tolerante con la libertad del ciudadano, porque no se estaría respetando la voluntad popular de un sector de la población que eligió con derecho esta opción que está regulada en el ordenamiento jurídico vigente en nuestro país como en todo Estado de Derecho del mundo.

No podemos, como ciudadanía, acudir a las urnas invadidos por el miedo, producto de la desinformación y el nerviosismo colectivo causado por las facciones en pugna. No debe tolerarse el votar con impotencia o frustrado, empujado sin razones de peso a entregarle la legitimidad individual a candidatos nefastos. Aún en tiempos críticos, debemos reflexionar y con valentía defender la iniciativa propia que, como vimos, tiene vehículos legales y electorales para ser expresada.

Aclarado ese punto, analicemos las tres variables a la luz de la historia y la doctrina de la Unión Cívica Radical.

La opción encabezada por La Libertad Avanza de Javier Milei no es, en definitiva, una opción para los radicales. En esto no debe haber duda alguna. No hace falta más que tomar cualquier declaración de Milei sobre sus propuestas de políticas públicas para verificarlo. O guiarnos por las consideraciones que le merecen las luchas históricas del Radicalismo o la figura de Raúl Alfonsín.

Queda por analizar, en consecuencia, la opción encabezada por Massa y su llamado a la unidad nacional. Este discernimiento es interesante puesto que, sentada la postura de que nuestra identidad se repele mutuamente con la extrema derecha, cabe detenerse brevemente en las consideraciones históricas y actuales que tenemos sobre el peronismo.

El Radicalismo no es antiperonista ni antinada: “no estamos contra nada ni contra nadie, sino con todos y para el bien de todos”, dijo Hipólito Yrigoyen. Ese principio fue llevado a la práctica y defendido desde el gobierno en cada uno de los mandatos radicales. El último y tal vez el más importante, se dio a partir de la histórica convocatoria de Raúl Alfonsín para triunfar sobre la noche negra de la dictadura. Él supo decir: “Ese sentimiento ético constituye uno de los más nobles movimientos del alma. Aún el objetivo de construir la unión nacional debe ser cabalmente interpretado a través de la ética”.

Por esto, hay prácticas a las que el Radicalismo ha combatido siempre, y que mientras dure su existencia, lo deberá seguir haciendo. En resumen, siempre hemos luchado contra la concepción de que el poder y la cosa pública estén en pocas manos. Este fenómeno político es el que hemos caracterizado, en otro tiempo, como “el Régimen”, “el conservadurismo”. De ahí que, en los dos grandes procesos de conquista democrática, de triunfo de lo nacional y popular, hayan sido liderados por nuestro Partido: 1912 y 1983.

El peronismo irrumpió en la escena nacional para un objetivo primordial: que no se produzca la revolución. Lo dijo el propio Perón. ¿Qué implicancias tenía esto? Que el peronismo iba a garantizar la supervivencia del conservadurismo, del “Régimen falaz y descreído”, casi vencido en 1930, pero que logró voltear al gobierno constitucional e iniciar una persecución feroz en contra de los radicales. La historia demuestra que la inmensa mayoría de los dirigentes de la “década infame”, después del primer golpe de estado, terminaron en las filas del Partido Justicialista.

Desde entonces, un movimiento de raíces y características fascistoides ejerció su predominancia hasta nuestros días, con procesos gubernativos muy marcados, pero siempre con un evidente espíritu populista. Cuando convino, fue de derecha; cuando no, de izquierda. Los años setenta fue el paroxismo de esta contradicción: todos conocemos el proceso de formación tanto de Montoneros como de la Triple A. Es decir, la única constante del peronismo debe buscarse en su vocación de progresivo control de todas las palancas de poder. Por ende, nuestra conducta ha sido siempre la de combatirlo en ese plano de manera intransigente.

La última expresión, el kirchnerismo, probablemente no haya dejado una sola agenda pública sin destruir. “Vamos por todo” es la sintética y escueta frase que la sintetizan. Los increíbles niveles de pobreza, la deserción escolar, el socavamiento del sistema de salud, el ingreso del narcotráfico, la intervención de la justicia para garantizar impunidad, todo fue causado por los líderes del kirchnerismo que, si no pudieron dañar más, fue por la imposibilidad material para hacerlo.

Los gobiernos peronistas estuvieron colmados de corrupción, desmanejo de la economía y concentración del poder donde los perjudicados han sido, como siempre pasa, los más desposeídos. Este apartamiento de ética y política del peronismo los lleva a justificar el fin por cualquier medio. Como decía Alfonsín, “la justificación de los medios en función de los fines implica admitir la propia corrupción, pero, sobre todo, implica admitir que se puede dañar a otros seres humanos, que se puede someter al hambre a otros seres humanos, que se puede exterminar a otros seres humanos, con la ilusión de que ese precio terrible permitirá algún día vivir mejor a otras generaciones. Toda esa lógica de los pragmáticos cínicos remite siempre a un porvenir lejano”.

Apalancado por esa fuerza política, el Ministro de Economía se lanzó a la carrera presidencial ¿Quién es y qué hizo Sergio Massa? El propio Papa Francisco, a quien Massa “defendió” burdamente en el debate, ha dicho que le gusta conocer la trayectoria de los políticos, saber de dónde vienen, cuál es su historia personal. Siguiendo esta línea, debemos recordar que Serio Massa comenzó la suya en la UCD (Unión de Centro Democrático), el partido de Álvaro Alsogaray, cuya obra política es bien conocida por los radicales y de quien tenemos una opinión bastante fundada. De ahí pasó al menemismo y luego al espacio de los Kirchner, llegando a ser Jefe de Gabinete de Cristina Fernández. Tras un tiempo en el que se distanciaron, volvieron a congraciarse en el 2019 para llegar al poder, una vez más, integrando desde hace un año lo que a todas luces es el peor gobierno de nuestra democracia. Para esta elección, no dudaron en dilapidar miles de millones de pesos en dádivas y planes a cortísimo plazo ni en construir y solventar la fuerza política más reaccionaria y peligrosa de nuestra democracia

Este angustiante momento histórico nos da una oportunidad a los radicales, que es la de volver sobre nuestras ideas para decidir el rumbo en base a ellas. Por eso el debate sobre el peronismo y sobre su candidato nos permite reflexionar sobre nuestra identidad y sobre nuestra verdadera tarea en esta hora.

El peronismo ha engañado a no pocos radicales a lo largo de la historia. Esto se debe a su fenómeno popular, que despertó en el pueblo y especialmente en los humildes sentimientos de reivindicación y justicia social que sólo el Radicalismo, bajo el mandato de Yrigoyen, había podido expresar y representar.

De todas formas, esos radicales no comprendieron cabalmente el abismo, especialmente el ético-moral, que separa a ambas fuerzas. Si Yrigoyen definió al Radicalismo como movimiento espiritual, la religión cívica de los argentinos, era porque entendía a la Nación, la democracia y el Partido como conceptos que superan absolutamente el factor numérico: tienen que ver con valores, con cultura, con principios. No puede haber justicia social donde no hay libertades cívicas. No hay ética de la solidaridad donde se ejerce la demagogia, donde se pervierten las voluntades de los ciudadanos con dádivas y dinero. No hay una sincera entrega por los humildes, por los desposeídos, si se entiende al Estado como un botín. No hay principios en las fuerzas políticas donde se sigue el mandato del jefe sin chistar, donde se va cambiando el ropaje político con cada estación, sin siquiera sonrojarse.

En definitiva, no concebimos que haya radicales dispuestos a escuchar al más falaz de los políticos argentinos, representando al espacio político que más daño le hizo a nuestra democracia. Defendemos, esencial y firmemente, la necesidad de diferenciarnos de dos opciones que han llegado al balotaje sólo por haber sabido profundizar y aprovechar el malestar y la miseria del pueblo.

Al mismo tiempo, tampoco aceptamos la salida de la “libertad de acción”, concepto que algunos dirigentes están proponiendo. Eso significaría rechazar nuestra responsabilidad histórica y negar nuestra capacidad de opinión y orientación. Los dirigentes que promuevan esa alternativa, tolerando con esa omisión la posibilidad que haya afiliados que llenen ese vacío con su personal inclinación a uno u otro, merecen ser calificados como irresponsables. El Comité Nacional y demás órganos partidarios ya han fijado la línea política a seguir, que seguramente será ratificada por la Convención Nacional. Esta disciplina interna, con sus movimientos y sus debates, dan cuenta del funcionamiento de un verdadero partido político democrático y federal que responde y conduce a sus miembros.

Consideraciones finales

El ciclo histórico de la gran recuperación argentina no comenzará con ninguna de estas dos opciones, simplemente porque representan las fuerzas que nos trajeron hasta esta situación. El Radicalismo, asumiendo su responsabilidad y su historia, debe levantar moralmente a la política y transformarse en lo que está llamado a ser: el instrumento de la liberación nacional. Nuestra propuesta pasa por defender nuestra identidad, que fue votada por millones para representar un conjunto de valores, desde el gobierno o desde la oposición.

Creemos que en este momento de crisis debe seguirse, por los criterios expuestos, la alternativa del voto en blanco. En ese sentido llamamos y convocamos a nuestros seguidores. El voto en blanco conformará desde ahora la masa crítica que habrá de conducir al país a su reparación. Será la primera y gran barrera a los que resulten depositarios del poder público, a la vez que evitará que estas dos opciones decadentes obtengan una legitimidad que en absoluto se merecen.

Con respecto a la alianza, a quienes quieran transgredir el límite que formalmente le impusieron los partidos fundadores, deberán buscar refugio allí donde sus verdaderas ideas se vean cabalmente expresadas. Nosotros sabemos bien qué decirles: ¡que se rompa, pero que no se doble!

Del balotaje saldrá la persona que desempeñará el Poder Ejecutivo Nacional, que será investido como “Jefe Supremo de la Nación” y como “Comandante de las Fuerzas Armadas” y que tendrá decisión sobre gran parte de nuestra economía. Es lamentable, para nosotros, que todos estos atributos presidenciales vayan a uno de los dos candidatos en pugna. Sin dudas, constituirá un paso en falso más en nuestra historia. Convocamos, en consecuencia, a impugnar esa fatalidad desde una posición prescindente, una forma de abstención, pero desde la participación democrática, que será la piedra basal de una expresión superior a las propuestas políticas de este año y que debe aspirar a recuperar a la Nación en el futuro.

En esa senda deberá estar el Radicalismo, cuyo proyecto continúa inconcluso y que, como diría Alem, todavía puede hacer mucho. Las nuevas generaciones debemos trabajar en su renovación y su fortalecimiento, desde el gobierno o desde el llano, en el convencimiento de que estaremos haciendo el mayor bien a la Patria, partiendo desde los principios sentados en Parque Norte por Raúl Alfonsín.

Terminamos con uno de los famosos pasajes de Leandro Alem, nuestro fundador, que tienen una actualidad asombrosa:

Nunca he participado de esa idea de que en política se hace lo que se puede y no lo que se quiere. Para mí, hay una tercera fórmula que es la verdadera. En política, como en todo, se hace lo que se debe, y cuando lo que se puede hacer es malo ¡no se hace nada!”.